La mayoría de las veces cuando pedía deseos, lo hacía desde la cúspide de mi
egoísmo y arrogancia, sin detenerme a pensar en las causas y efectos de los
medios empleados para alcanzar mi propósito.
Sólo, después de ver los deseos de otros, precipitados en picada en un globo e incendiando
el hogar de una familia, fue que comprendí,
que no es necesario incendiar el mundo, para pedir deseos. Basta hacerlo,
desde la simplicidad de nuestra
fe con sencillez y humildad.
Foto tomada por mí,
hace 3 años. La última vez que pedí
deseos con el globo más grande que encontré.
Sí, por supuesto…
¡Para que cupieran
más!
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