Me averguenza verme tan feliz, luego de haber visto en aquél auditorio en el que se me otorgaba un reconocimiento por mi trayectoria docente a un considerable número de madres, padres, niños, niñas en estado de desnutrición casi esquelético, Son los mismos y mismas que hace ocho meses dejé de ver cuando me jubilé y ahora sólo quedan restos de piel pegada a los huesos por la carencia de alimentos y dinero para adquirirlos. Me duele el alma, me duele la vida, me duele el dolor, me duelen las lágrimas...Me duele la consciencia. No puedo concilIar el sueño. No he podido ingerir alimentos, sabiendo que todos esos niños y niñas se acuestan y levantan con hambre. No sé que hacer para ayudarles a no morir de hambre. Estoy inmensamente conmovida y triste.
LO SIENTO, pero...Le digo NO a la mentira, a la complicidad y a la impunidad. Mi ética profesional y humana, mi lealtad hacia esos niños y niñas, está por encima de todo y todos. No puedo fingir que no está pasando nada sólo para no dar mi brazo a torcer. Se trata de vidas humanas. Se trata de la violación de derechos humanos de niños, niñas y adolescentes. Principalmente el derecho a la vida, a la alimentación, la salud entre otros de igual importancia.
El estado de derecho para estos niños y niñas, desapareció junto con los alimentos.
POSDATA: Le agradezco a los fanáticos de ambos bandos, que se abstengan de verter su veneno debajo de mi foto, porque no sirve ni siquiera para aderezo, Tampoco su románticismo ideológico-político, se come. Si van aportar algo que sean ideas de soluciones alimentarias para ayudar a estos niños y niñas a no morir de hambre.
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